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RICARDO VICENTE COLOMBRARO: «Un devotense emprendedor»

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(Artículo publicado en Revista ‘Devoto Historia’ N° 29 – Invierno 2013)

Por Norberto P. Malaguti

I

Nacido en una familia conformada por Francisco Vicente Colombraro, que llego a la Argentina, como tantos inmigrantes de Catanzaro, de esa Calabria que trajo sus brazos, esperanzas de una vida mejor, aquí conoció a Catalina de Siena, hija tambien de una familia italiana, de ese amor nacieron Enrique Pascual, Antonio Jose, Josefina Carmen y el menor Ricardo Vicente.

Su niñez, no podía diferir mucho de la vida de esos niños, hijos de familias proletarias que abundaban en el rinconcito Norte de Villa Devoto, entre el juego de bolita, la biyarda, la escondida, los partidos de fútbol, en las polvorientas calles del barrio fue creciendo.

Curso los años de primaria en la escuela de “Tequendama”, como la reconocíamos, hoy numero 16 del Distrito Escolar 16, Ricardo Rojas, de Gabriela Mistral 3376, donde los recuerdos de su querida maestra Durand predominan, de su guardapolvo único, y sus zapatillas gastadas, donde aprendió de su maestra la generosidad, en una epoca donde se confundían en su mente de pocos años, el sentido de la justicia social y ciertos odios incomprensibles.

En ese mundo, del afecto familiar, y las necesidades incompletas, teniendo apenas ocho años empezó ese largo recorrido de trabajo, sueños y realizaciones, desarrollando varias tareas, empezó en una casa de repuestos para maquinas de unos vecinos chescolovacos, donde ayudaba con su aporte a la economía familiar. Con trece años empieza a trabajar en un taller metalúrgico donde se fabricaban matrices para estampado de chapas, fue ese su primer encuentro con lo que seria un primer modelo que lo llevaría a su gran empresa, los productos plásticos, de ese modo, realizando todo tipo de trabajos, desde barrer hasta ayudar a los obreros, fue aprendiendo el nuevo oficio.

El ingreso a la Universidad, no era accesible, pero busco crecer en sus conocimientos concurriendo como alumno regular a la Escuela Fabrica General Don Jose de San Martin, del barrio de Chacarita, escuelas que fueron el antecedente de los colegios industriales, de doble jornada, teórico y taller (practica) por las tardes. Los alumnos tenían la ventaja que si trabajaban por fuera de la escuela, se justificaban las inasistencias. Un ciclo básico de tres años y cuatro más de desarrollo de la técnica, que podía cursarse de noche. Significaba un gran esfuerzo personal, trabajar y estudiar, pero era esa la gran oportunidad de formarse y aprender. Fue parte de ese mundo donde se formaron una enorme cantidad de jóvenes aptos para el trabajo y progreso personal.

Ese proceso educativo construido sobre la base del trabajo, fue el crisol de Ricardo y de tantos jóvenes donde el ascenso social era posible, bases para crear un puente imprescindible hacia un país desarrollado.

A los diecisiete años empezó a trabajar en la empresa Electroplastic, de Don Andrés Gilardi, cerca de su hogar, en la calle Habana entre Condarco y Terrada, una entre tantas pequeñas empresas familiares, que abundaban en los barrios.

Recuerda, que fue en esa fabrica donde habria de tener un accidente con el torno, sufriendo un corte importante en dos dedos de la mano izquierda, tuvo que ir hasta el Hospital Sirio Libanés donde le aplicarían unos puntos de sutura. Todo habia ocurrido por ayudar a un compañero de la escuela a terminar un trabajo, y era tanto el temor y respeto a sus padres que ocultaría su mano herida, pues como explicar “tan grave falta de no ir al colegio”.

II

En 1957, con el aval de buenos estudios cursados, una experiencia desarrollada en la fabrica de plásticos, con diez y nueve años de edad, Ricardo decide independizarse y darle rienda suelta a sus sueños y anhelos, sin saberlo plenamente, empezaba a recorrer ese camino que lo llevara a construir esa empresa lider en artículos para el hogar en plásticos, la Empresa Colombraro Hermanos.

Apuraron esa decisión, varios factores, su situación de incomodidad frente a sus compañeros de fabrica, porque siendo tan joven, ganaba un sueldo muy superior a los demás, no estaba dispuesto a seguirlos sin condicionamientos, su objetivo era trabajar y trabajar, con el tiempo aunque pensara distinto, lo llevo a comprender tambien otros puntos de vista, y nunca arrastro sentimientos de rencor. Pero su sueño era muy grande.

Después de cambiar ideas con su hermano Enrique, le comenta su decisión de renunciar a la fábrica e iniciar un proyecto industrial.

Con algunos pesos ahorrados, compro un torno y herramientas, para instalar en la casa de sus padres, el taller propio. El antiguo empleador, Don Andrés Gilardi, fue uno de sus clientes, animador y orientador en la actividad. Ese apoyo le permitió tener una garantía de estabilidad económica, que devolvía, con productos de su fabricación, donde ponía los mejores esmeros en su calidad. Fue una etapa de crecimiento, de ir lentamente imponiéndose en el mercado, aumentar la clientela, y en medio de este fervor laboral, llega el momento del Servicio Militar Obligatorio, era evidentemente una contrariedad, pero que sin embargo, puso a su alcance un colaborador, un técnico que tendría su influencia, mientras debía ausentarse a la Escuela Nacional de Guerra, donde se desempeñaba en el deposito y mantenimiento.

Su actitud de colaboración en la milicia, le permitió congraciarse con los superiores, entre ellos, con los suboficiales mayores Agustín Mani y Sarguinet., a traves de lo cuales obtenía algunos dias francos extras, y por su necesidad de trabajar fue premiado con la primer baja.

Otra vez, la figura clave en la vida laboral de Ricardo y su hermano Enrique, don Andrés Gilardi, es quien le pide la construccion de una bomba hidráulica perteneciente al comando de una maquina inyectora. Su imaginación hizo que le propusiera a Don Andrés que le canjeaba los materiales para la construcción de otra maquina, a cambio de no cobrarle la mano de obra., para quedarse con una propia. Lo cual a sus 21 años y considerando que la tecnología disponible de aquella epoca, era más que temerario poder construir y concebir esa maquina inyectora.

Así comenzó ese proyecto loco, con su técnico amigo Eduardo Cogni. Por falta de espacio, trabajaron en el fondo de la casa de sus padres bajo la sombra de los limoneros, fue crear e idear sobre la marcha, pues habían cosas que aun no existían o no estaban totalmente desarrolladas. Su hermano Enrique que seguía trabajando en la fábrica de plásticos, después de la jornada se sumaba al trabajo, y le traía datos y detalles de los funcionamientos de otras maquinas. Y así estos Edison criollos, terminaron pieza por pieza la inyectora que funciono a las maravillas. De esa matriz, salio la espátula plástica, el primer producto de Colombraro Hermanos.

Habria de surgir un nuevo contratiempo, como ubicar semejante maquina, en un taller tan pequeño en la casa de los viejos, y tuvieron la suerte que don Ernesto Lisi, ese recordado cerrajero de la avenida Mosconi, taller casi pegadito al Cine Aconcagua, le ofrece un sótano en un galpón de su propiedad, de ese entonces recuerda Ricardo Colombraro, “…una cantidad de espátulas que cargaba en una valija marrón de cuero que tenia y salía a venderlas, negocio por negocio, cliente por cliente, A pie”. En ese circulo, dinero obtenido, volver a comprar materia prima, nuevas espátulas y a salir. Hasta que llego su primer gran cliente, Casa Tía.

Otra de sus audaces aventuras, fue cuando descubrió en un negocio del Once, Cotillon Paz, una canasta con pelotitas de plástico, vio la posibilidad de fabricarlas y se dijo esto “yo puedo hacerlo”, ya que su molde era bastante sencillo.

Ya se empezaba a recorrer el camino de la gran Empresa.

III

Pero muchas veces las propuestas no salen tal cual uno se las imagina. En el libro sobre su trayectoria industrial, confiesa, que ese inicio se tuvo que concretar a traves de una trampa. Realizar la matriz para las tan “emblemáticas pelotitas de colores”, fue mucho mas difícil de lo previsto, fue gracias a un cuñado, Hugo Greco, trabajador del Ferrocarril General Urquiza, en los talleres de Villa Lynch, quien puso a su disposición los medios con que se contaban en tan importantes Talleres, fue en una mañana de domingo, que naciera el molde adecuado. Sin embargo, por la demora en su construccion no habria pelotitas a tiempo, seria otra vez Cotillon Paz, “el salvador”.

En 1962, se incorpora definitivamente a la empresa su hermano Enrique, y establecen lo que va a ser su “primera fabrica”, en un inmueble de la calle Bazurco.

Ya con cuatro maquinas y cerca de veinte productos diferentes, los llevo a contratar vendedores y representantes en el interior. Enrique y Ricardo, comenzaban el vuelo de Colombraro Hermanos. Cuatro años después, la fabrica de Bazurco, quedaba chica y fue su traslado a una zona de carácter industrial, como era Villa Lynch, en el entonces Partido de General San Martin, pasando de los cincuenta metros cuadrados a un galpón en la calle Asamblea de cuatrocientos metros cuadrados.

La decada siguiente, fue de crecimiento, se construyeron varios pisos. renovación tecnológica y acompañados de un importante crecimiento de las ventas, donde no olvida la ayuda de un gran amigo y cliente Nicolás Kuyumdjian, Pero tambien jugaron las indecisiones o el temor de asumir algunos riesgos, no aprovechando a fondo algunas oportunidades, sin embargo con algunos costos extras, se fueron extendiendo a casas linderas,, no sin algún contratiempo.

Pero tanto esfuerzo y ampliaciones de aquella fabrica de la calle Asamblea, resultaría tambien insuficiente. Otra vez la necesidad de la búsqueda de un predio adecuado, es así que adquieren ambos hermanos, una fábrica que habia pertenecido a pinturas “Bull Dog” ubicada en Quintana y Matheu, dicha propiedad de cinco mil quinientos metros cuadrados se encontraba con enormes deterioros. Se inauguro a mediados de la decada del 80, donde se celebro la inauguracion rodeadas de funcionarios, clientes y amigos.

Pero empezaron a comprobar que la distancia entre la zona de fabricación, el deposito de mercaderías y la administración, generaba, perdida de control e incremento de los costos operativos, los cual los llevo a nuevos desafíos.

La solución, les vino, de la suerte, o de saber aprovechar una nueva oportunidad, seguramente ambas cosas. Es así que hojeando Ricardo Colombraro, un periódico de más de un año de antigüedad, encuentra un aviso de un predio importante en la zona de Villa Maipú, dentro del mismo Partido de San Martin. Pero como llegar a sus propietarios, pensaba Ricardo, la planta en cuestión no tenia, ningún cartel de venta, pero afortunadamente por versión de un vecino, supo que la misma estaba desactivada y pertenecía a una empresa multinacional, vinculada a la producción química.

Finalmente, no sin avatares, logran adquirir, esa propiedad con una superficie de veinticuatro mil metros cuadrados, y otros treinta y cuatro mil de construccion, con varios galpones, calles interiores y un edificio destinado a oficinas y servicio. Era sin lugar a dudas, el lugar adecuado.
Hubo de todos modos, que realizar numerosas mejoras estructurales, que posteriormente fueron acompañados por una importante renovación tecnológica.

Sin embargo, en medio de tanto desarrollo, consolidación de la empresa, Ricardo sufre uno de los hechos mas graves de su vida. En enero de 1991, el fallecimiento de su querido hermano Enrique, compañero de sueños y proyectos.

Manifiesta en su libro: “La perdida fue tremenda, no encontraba razón ni sentido para todo esto, realmente me resultaba una injusticia irreparable, no podía comprenderlo. En ese momento me aboque mas que nunca a la tarea de afianzar aun más lo que ya estaba hecho. Tenia una necesidad enorme de no aflojar en el esfuerzo, sinceramente creo que era el mayor tributo que podía rendirle a mi hermano”.

Poco después, y en contacto con industriales europeos decide realizar un viaje a Italia, con el fin de evaluar nuevas tecnologías.

IV

La decada del 90, fue un periodo de invasión de productos del exterior, entre los cuales el ingreso de productos de plástico a precios irrisorios, hacía muy difícil competir. Era para Ricardo Colombraro, una situación casi inexplicable, que esos productos llegados desde Oriente, tenían un valor, que no podían cubrir el costo de materia prima, la mano de obra, fletes, aranceles y gastos de comercialización. Fue un golpe durísimo para la industria nacional, lo que llevo al cierre de numerosas fábricas, reducción de empleos, creciendo los índices de miseria y pobreza, nunca conocidos.

Era muy difícil sobrevivir, pero Colombraro Hermanos entre los años 1992 y 2000, con tremendo esfuerzo siguió incorporando maquinaria y moldes, entre ellas treinta maquinas inyectoras de última generación de fabricación italiana. La empresa incorporo un predio lindero de diez y seis mil metros cuadrados, y se inicio la construccion de cinco mil seiscientos metros de nuevas instalaciones, pensando en lanzar productos de plásticos “especiales”, que quedarían en stand by.

Esta apuesta audaz, como anticrisis, la fabricación de productos novedosos, la diversificación, permitió que la Empresa superara esta tremenda epoca crítica, que lo llevo a procesar a la fecha más de mil toneladas mensuales de una línea de mil productos diferentes, especialmente orientados a las amas de casa.

Costosos precios se pagaron por esos duros años de crisis, bienes en poder de bancos, aun no recuperados, una cartera inmensa de cheques de terceros incobrables, en multiplicar esfuerzos, horas extras de trabajo, y sobre todo una audaz campaña de publicidad, que el propio Colombraro recuerda con gratitud. El apoyo brindado por Julio Maharbiz, a traves de “Argentinísima”, de su querido amigo Roberto Gonzalez Rivero, con su programa, “La Danza de la Fortuna”, del conductor Julio Bocacci, en “A solo Tango”, a Mirtha Legrand, al compartir sus almuerzos con los productos de la Empresa, para mantener la presencia de sus articulos.

Todo este avatar, llevo que desde 1969, cuando la cantidad de personas empleadas era de veintidós, a un mundo empresa, sin haber perdido el trato personal, dependa el bienestar de unas quinientas familias.

Ya a partir de 2005, y dentro de un funcionamiento interno de armonía y colaboración, se empezó a notar la recuperación, que afianzo a Colombraro Hermanos, como una Empresa Nacional, lider en su rubro, que nunca ha perdido su carácter de sociedad familiar, en su composición, trato y funcionamiento.

Otro salto audaz, que habria de traerle contratiempos entre sus vendedores y clientes, fue establecer una red de negocios propios de venta. Tuvo sus consecuencias, boicot de los supermercados, criticas del entorno, pero apoyado en su hijo Daniel y su hija Alejandra, comenzaron con un centro de ventas en la propia fabrica, para luego extenderse a Jose León Suárez, Boulogne, Villa Ballester, San Justo entre otras localidades. Para volver a instalarse en su querido Villa Devoto.

Ricardo sin lugar a dudas es, ese recorrido de un pibe repleto de sueños a un hombre “empecinado trabajador e idealista que no se resigno nunca ante los desafíos más complicados, situaciones difíciles que afectaron nuestro país, convirtiéndose en un ejemplo de un “devotense emprendedor”

(Fuente: Ricardo Vicente Colombraro. Autobiografía de un Industrial).

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