(Artículo publicado en Revista «Aniversario», N° 8 – Octubre 2005)
Por Edgardo Tosi
Frente a la plaza Arenales, en diagonal con la vieja estación Devoto del ex FC. San Martín, se yergue una torre que otea el horizonte desde el mismo nacimiento del barrio. Forma parte de un edificio con salida a las calles Fernández de Enciso y Mercedes, que se encuentra cerrado hace más de veinte años y que la costumbre ha bautizado erróneamente como la antigua caballeriza de don Antonio Devoto.
A porfía de su aspecto austero, debido al señorío de su porte que se ha afirmado al paso de los años que misteriosamente la han respetado, se eleva hoy como símbolo de Villa Devoto. Es común ver su perfil o su fotografía en tapas de libros, revistas o artículos periodísticos, adquiriendo un significado que va más allá de lo que fue su aplicación práctica.
Por su longevidad, por su ubicación, por quienes fueron sus propietarios y por la utilización que del inmueble realizaron estos o sus inquilinos permiten, siguiendo su historia, tener un contacto directo con la del barrio.
En 1891 se solicitaba a la Municipalidad de la Capital permiso para construir una caballeriza en la manzana triangular formada por las calles Washington (Fernández de Enciso), Asunción y Londres (Mercedes).
El constructor que firmaba la presentación era Egiziano Giglioli, accionista del Banco Inmobiliario, institución que había fundado Villa Devoto dos años antes. Vecino pionero del lugar, su empresa constructora era una de las más activas de Buenos Aires, ciudad que en aquellos años crecía sin descanso. En la villa construirá una cantidad importante de viviendas que generalmente tenían como finalidad su venta.
Ernesto Dellacha, su propietario, era gerente del mismo Banco desde su fundación, siendo responsable junto a don Antonio Devoto, presidente de la institución, de la presentación al municipio en Febrero de 1889 de los planos de Villa Devoto para su aprobación. La casa, el palacete más importante de los construidos en
inicios de la villa, se ubicaba en la manzana de Nueva York, avenida de la Capital (Chivilcoy), Asunción y Londres (Mercedes), enfrentando por esta última a la caballeriza que conlleva así un apéndice del palacio. Este será conocido como “de los leones”, por dos felinos de mármol ubicados ante las escaleras que llevaban a su puerta principal.
La familia Dellacha de origen piamontés. Había llegado al país antes de 1882 para instalar aquí, al igual que en Italia, una fábrica de fósforos. Unida en 1888 con otras dos empresas similares, formarán la Compañía General de Fósforos, origen del complejo industrial y financiero que llegara a conformar Fabril Financiera y Celulosa Argentina.
En el Archivo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires para el año 1891, para el rubro Obras Públicas. Edificios, dentro de la carpeta 57 en el legajo 13 con fecha 2 de Enero puede leerse “el edificio consta de una caballeriza para cuatro caballos y una cochera para dos coches en el piso bajo y en el piso alto un depósito para pasto y dos piezas para habitar”.
“Todo el material era de primera clase”, afirma el mismo documento. Hoy tratando con dificultad entre residuos y trastos, de elevarnos en busca del Mirador, lo confirmamos, ya que pese a su abandono, no parecería que estuviéramos frente a una obra que ha cumplido 113 años de iniciada su construcción.
La ansiedad por escalar los casi 20 metros de su altura, nos hace sentir una especie de vértigo, producido imaginariamente al girar por la escalera adosada a sus paredes, en un simulado túnel del tiempo. En una vivencia fantástica podemos ver que logramos asomarnos a su balconada. Los edificios que por su tamaño hoy podrían empequeñecerla, gracias a nuestra imaginación, se han diluido. Hacia los cuatro rumbos campo abierto, a cien metros a la izquierda se encuentra la torre de la casa de don Antonio Devoto, a la misma distancia a la derecha la torre de la casa inicialmente de Onorio Stoppani, cuñado de Dellacha, que luego será del Dr. Tamini, donde se fundara en 1896 la Sociedad de Fomento de Villa Devoto. Son hoy sedes, la primera del EMEM nª 3 y la segunda del Hospital Zubizarreta. Una calesita que rueda el mismo derrotero desde 1947 ocupa el espacio dejado por “la casa de los leones” demolida en 1929.
Como en la medieval San Gimignano, la proliferación de las torres señalan el inequívoco centro de poder del antiguo pueblo de Villa Devoto, la impronta italiana firmemente aplicada en aquellos primeros años aunque diluida hoy, perdura en otros lugares próximos, que no van más allá de los trescientos metros. Nuestra vista adivina más que ve. El palacio CECCI, en Lincoln y Habana, hoy Instituto Dr. Ayrolo para hipoacúsicos. A su frente “la casa chica” de los descendientes de Federico Devoto, domicilio de un instituto de enseñanza privado de inglés. “La casona” de Gualeguaychú y Pareja, hoy casa de fiestas, propiedad primero del arquitecto Bruno Avenati y antes de fines del siglo XIX, de Guillermo Huxtable, gerente general del F.C. Pacifico hasta 1904. El castillito de la Asociación de Fomento de Villa Devoto, levantado en 1898, frente a lo que era la estación del Tranway Rural a vapor (F.C. Urquiza) por Besana Hnos, los mismos que construyeron el edificio del Congreso Nacional. La misma caballeriza, deposito de pasto y vivienda, aunque más modesta, casona hoy de Nueva York 4251 construida en 1892 propiedad de Andrea Cremona empresario de la construcción que trabajara en las obras de la vieja sede del Jockey Club de la calle Florida.
La Plaza de hoy, que a nivel de piso pudiera parecer aún vigorosa, resulta claramente envejecida desde la altura. Las copas de los árboles están mustias, enfermas o muertas. Pero queriendo retornar al pasado y entrecerrando los ojos y dejamos surgir la visión de un alambrado que rodeando la plaza impide la entrada de animales a sus caminos interiores, los oídos escuchan a la par del traqueteo del lejano chiflante de un tranvía y los acordes aflautados y vibrantes de la marcha triunfal de Aida de las diferentes bandas llegando desde el centro de la plaza.
Levantando la vista al techo de la torre, una sucesión de celdas da una primera explicación de utilidad práctica de aquel torreón. Bajo la forma cónica, exteriormente cubierto de chapa algo deteriorada, parecería disimularse un palomar albergue hoy como ayer de cientos de palomas que facilitarían en aquellos años el consumo de polenta con “pajarito”, alimento que el mundo de hoy consumidor de hamburguesas, que dicen aderezar con lombrices, encuentra de mal gusto.
Una postal, la nº 9, de la serie Ojer (sirca 1913) nos da la imagen real de lo que nuestro vértigo ha permitido recrear. Su altura en la fotografía. Dado su esbeltez, se agiganta. El peso agobiante del actual letrero de propaganda que la utiliza hoy de apoyo sería el motivo de su subjetivo empequeñecimiento. Un empinado molino de viento, se yergue en el frente de la fotografía, señalando el verdadero objeto de nuestro torreón. Eran los molinos de viento elementos imprescindibles en todas las viviendas principales de la villa. Cubrían la necesidad de agua potable, dificultada en esa época por la lejanía de las Obras de Salubridad de la Capital. Nuestro mirador disimulaba entre sus columnas el motivo principal de su existencia, un tanque, cuya reserva de agua permitía esa provisión, con plenitud, para toda la extensa propiedad.
Sobre la diagonal Washington (F. de Enciso) por donde al fondo se ve diminuta la estación ferroviaria, los árboles en esos momentos recién plantados pueden compararse con los de (Londres) Mercedes tiene el doble de su altura. Un cerco de ligustro rodea la manzana. Una puerta de alambre permite el acceso de las personas por la esquina, mientras en los fondos se dejaban pastar a los animales. A la derecha de la foto esquina Washington y Nueva York se llega a ver otro molino de viento perteneciente a Antonio Franzoni concuñado de Dellacha, y sobre la vereda uno de los primeros faroles alimentados con alcohol carburado que se colocaron en la villa.
El acceso principal al lugar se producía por Londres a través de una arcada de ladrillos de máquina semejantes a los que aún hoy adornan la torre. Un portal de madera debía cerrar la entrada. El actual, dado su aspecto, demostraría títulos como para ser el original. Una galería paralela al acceso mostraba varias entradas que comunicaban con la torre, los depósitos y la caballeriza propiamente dicha. La escalera de la torre, de madera con pasamanos del mismo material sobre apoyos de bronce finamente trabajados, servía de acceso al primer piso de la construcción, donde se ubicaban las habitaciones de la vivienda. Desde allí la escalera continuaba su camino hasta alcanzar la terraza, último nivel de fácil acceso. En unos nichos ubicados a lo largo del recorrido hemos creído ver asientos para descanso, aún cuando la subida no es agobiante. Unos peldaños más arriba de la entrada a la terraza, terminaban en caracol, debiendo continuarse por una de gato para llegar a la puerta trampa de hacia de entrada al mirador y al tanque de agua.
El 5 de Noviembre de 1899 Risso Patrón y Cia, remata el soberbio palacio en Villa Devoto conocido por Dellacha. La propiedad se vende según lo informado por La Prensa del día siguiente a $ 42.000 a Martín Justo Fernández quien resultaría comprar a nombre de Tomás Devoto. La venta incluía lógicamente como lo afirmaba el mismo aviso “cocheras, caballerizas y multitud de detalles de gran importancia” “grandioso edificio alto y bajo con todo chic y el confort de la edificación moderna”.” Espléndidos jardines que ocupan toda la manzana, plantas de gran mérito, glorieta”, y un detalle siempre necesarios en avisos de la época “servicios de aguas en todas partes”. Completaban la información la existencia de 20.000 pesos en cédulas nacionales y que el saldo debía abonarse 50 % al contado y el resto a uno o dos años.
Tomas Devoto, hermano menor de Antonio, de floreciente fortuna, construía en esos momentos frente a la plaza Rodríguez Peña un palacete que un año después, en el momento de su estreno, será utilizado como residencia de Feraz de Campos Salles, primer presidente del Brasil, en visita oficial a nuestro país. Además para Julio de 1900, en que era asesinado en Monza el rey de Italia Humberto I, presidía el Círculo Italiano, transformándose en cabeza de un movimiento cívico italiano de homenaje al monarca y repudio al magnicidio.
Su importante fortuna, su trato agradable y la belleza de sus hijas harán de su casa de veraneo en Villa Devoto, acogedor sitio de interés social. Las niñas Angelina, Enriqueta y Zulema se casarán entre la primera y segunda década del Siglo XX, las dos primeras con jóvenes de la diplomacia y con Dionisio Shoo Lastra, quien fuera secretario privado del General Roca, la última. Serán testigos de este casamiento el mismo General Roca y Manuel Feraz de Campos Salles, en ese momento embajador brasileño en el país.
Al fallecer don Tomás en Julio de 1919, será este último matrimonio quien mantendrá un mayor aunque esporádico contacto con la casa, que finalmente quedara en propiedad de Ana María Zulema Devoto de Shoo Lastra, tal su nombre completo. Para la década del veinte, ésta era conocida en el barrio como la de los Shoo Lastra. El luego autor de “Alarido” y “Lanza Rota” pudo haber estructurado aquí sus recuerdos de indios, malones y cautivas que recopilara en sus periódicas visitas a estancias y colonias Trenel en la provincia de La Pampa, escribiendo en esos años su primer y más importante obra “ El indio del desierto”, aparecido en 1928.
Dado que luego de Diciembre de 1917 se ha habilitado el depósito de gravitación de Villa Devoto que ha hecho desaparecer el molino de viento, ha disminuido la importancia práctica del mirador, permitiéndole desempeñas libremente la más lírica e importante tarea para nosotros de vigía del progreso. Sería aun posible en esa época observar
Desde su altura a la lejanía, podía verse los arreos hacia Liniers o el paso de las tropas hacia los cuarteles de Ciudadela o al Colegio Militar de San Martín.
A sus pies se han producido grandes transformaciones. El adoquinado se ha extendido por F. de Enciso llegando a la estación, mientras Nueva York alcanza su pavimentación más allá de las vías del ferrocarril. Por ello cuando Villa Devoto estrena su corso, en los carnavales de 1919, como apoyo a las obras de “Protección a la Niñez” del Consejo Escolar 17, éste salía desde San Nicolás y Nueva York, por esta última, rodeará la torre, doblando por F. de Enciso hasta Asunción, para retomar por igual camino. Una secuencia de más de 70 palcos a lo largo de esas escasas cinco cuadras demostraban la importancia que la fiesta significaba para la villa.
Podríamos fantasear que desde nuestra torre en esos días, junto al vuelo de una paloma llegaría al suelo alguna serpentina,”graciosa y fina” al decir del tango. Seguramente ello no sucedió dadas las dificultades de su acceso. Solo serán posibles, incursiones de muchachos en busca de aventuras.
Además de quedar obsoleta la torre como reservorio de agua potable, la presencia del automóvil, dado lo encumbrado de sus propietarios, hacía anacrónica la utilización de carruajes. El uso del caballo como recreo mantenía su supervivencia, pero esto se volvía también incomodo frente al adoquinado y al transito cada día más intenso. La vieja caballeriza perdía también vigencia aunque manteniendo en pie sus elementos característicos. Será utilizada ahora como garaje, depósito y vivienda. La torre impávida seguirá cargando el peso inútil de su gran depósito.
Los herederos de Tomás Devoto venderán la totalidad de esas las propiedades. Después de 1928, desanexandose la antigua caballeriza de la vivienda principal. La manzana 102 bis, según la nomenclatura del Banco Inmobiliario, fraccionada en diez lotes será vendida en forma particular construyéndose, casi de inmediato, varios locales por F. de Enciso, surgiendo allí un nuevo centro comercial.
Articulo publicado en Aniversario n° 8 Setiembre 2005.