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Las Pequeñas Cosas
                                                                                                                                                   Por Edgardo Tosi

Quienes acostumbramos a recorrer las calles del barrio con la vista puesta en el pasado, podemos sorprendernos muchas veces ante pequeños detalles cuya existencia se halla oculta tras la cotidianeidad. Ubicados siempre frente a nuestros ojos, no notamos su existencia, o al mirarlos no llegan a llamar nuestra atención como para interrogarnos del porque de su existencia.

Cuantas veces habremos pasado frente al Seminario Conciliar de la calle Jose Cubas y al templo contiguo, erigido en 1897 por donación de doña Mercedes Castellanos de Anchorena, en homenaje a su hijo. Antes de entrar, sobre la vereda, a ambos lados de los pilares de entrada, hay ubicados sendos rascadores de barro, “utilísimos” en un Villa Devoto de lejanas calles y veredas fangosas.

Justamente hasta ese templo, llegó el primer acceso adoquinado que tuvo la villa. Entraba por Nueva York hasta la plaza, pero también doblaba por Edimburgo cruzando las vías del Tramway Rural (Edimburgo se llamó Oran y es hoy Emilio Lamarca). Quien se aproximara por este camino, debía percibir toda aquella arquitectura religiosa bajo una hermosa perspectiva que es hoy difícilmente disfrutable, pues el ferrocarril (1) nos corta el paso. Al circular, en automóvil por Gutemberg debe reducirse la velocidad ante dos cunetas pronunciadas. Están allí como recuerdo de aquel cruce adoquinado, desaparecido ante la necesidad de barreras. Ese abovedado de Emilio Lamarca golpea porfiadamente casi cien años después contra el alambrado del hoy ferrocarril Urquiza, lo acompañan los cordones del lado de las vías, que curvan su recorrido buscando aquel paso ya inexistente.

Algo interesante a escudriñar, son los frentes de las viejas casonas, bajo balcones, sobre ventanas y puertas, suelen encontrarse angelitos, mujeres dolientes o risueñas, leones, diablos, toda una fauna que acostumbró a posarse en las casas del Buenos Aires finisecular.

En la Avenida de Mayo, en Almagro, Belgrano o Palermo, proliferan muestras de este género decorativo. Devoto según nuestro recuento atesora pocos exponentes (2). Dos de ellos, uno en Ladines lado oeste casi Chivilcoy, otro Asunción al 3200, son de idéntica y moderna factura. En Segurola al 4100 y Fernandez de Enciso casi Navarro sobre casas refaccionadas de los años veinte, ostentan también dudosa longevidad.

Pero no todo es decoración moderna.

En Mercedes y Habana, en este caso seguramente centenarias, existen cinco caras impávidas de mujer. Por Llavallol entre Nueva York y Salvador María del Carril en su mano impar, un rostro con seguramente más de 90 años se esfuerza en el sostén de un balcón. Sobre la casa de la familia Beiró, hoy en la triste espera de caer pronto bajo la piqueta, pequeños rostros angelicales pasan casi desapercibidos. En la cuadra de Navarro, desde Gualeguaychú a la vía, existe un reminiscente “castillo normando”. Dentro de otro carácter, cabezas de zorro apuntan su fino pico hacia la calle. Esa misma casa construida en los años treinta se adorna con rosetones de rostros medievales semejantes a muchos que se encuentran, a lo largo de la villa, en residencias de aire español.

Un último caso, nos marca una casona fin de siglo. Al 4500 de Nueva York, dos rostros de pequeños ángeles se rodean de hojas de laurel o de acanto.

Esta antigua mansión oculta otra curiosidad. Su medianera norte es oblicua a la calle, recordándonos con esa orientación extraña, que siguiendo esa línea paralela a las vías del ferrocarril a lo largo de otras medianeras, reconstruiremos los límites del Club de Tiro a Segno, institución que atrajo a nuestra villa a toda personalidad italiana llegada al país antes del centenario. Hoy continúa su importante existencia en el pueblo de Palomar,

Cosas que indudablemente pasan desapercibidas, son las bajadas de cordón que no enfrentan salida de vehículo. Sus caminos apuntando al pasado. Ultimo reducto de un mundo seguramente olvidado y del que son único recuerdo. ¿Cuántas existirán en Villa Devoto? La manzana de Asunción, Segurola, Pedro Morán y Marcos Paz tiene dos exponentes del tema. Ambas pertenecían a la Quinta Sati que ocupó toda la manzana. En la esquina de Asunción y Segurola está la que era de su entrada principal. La de Pedro Morán de su entrada de servicio. Esta última, hasta los años cincuenta enfrentaba todavía un gran portón de rejas y chapa por donde accedían a la escuela los alumnos del viejo Villa Devoto School, que utilizó, de esa quinta, las últimas construcciones que perduraban aún por aquellos años.

Otro caso notable es el de la plazoleta Emilio Ravignani en Beiró y Cervantes. Allí sobre la avenida, llegando a la esquina, una bajada de cordón marcaría al acceso del corralón de materiales de un antiguo propietario de la plaza.

Otra de esas tantas placitas que atesora Devoto, saldo en su mayoría, del hermoso proyecto urbanístico de Buschiazzo, también tuvo dueño. La de Lincoln, Gualeguaychú y José Cubas, en los planos del Banco Inmobiliario, fundador del barrio aparece como propiedad de Mr. Alfonso Thibaut.

Seguramente quienes, conociendo el templo de San Antonio, han mirado con más o menos detenimiento los bajos relieves don Antonio Devoto y de su segunda esposa doña Elina Pombo de Devoto, ubicados a ambos lados de la entrada (obras de Magnaninni, el mismo artífice del monumento a Guiseppe Garibaldi de Plaza Italia), difícilmente hayan advertido la forma asimétrica en que se ubican los nombres colocados al pie. Esto se debe a que las tallas son anteriores a 1916, año de la muerte de don Antonio y de su nominación por Víctor Manuel III como conde, en agradecimiento a su actividad frente al Comité de Guerra que actuaba en nuestro país colaborando con la patria “lontana”.

En otro orden de cosas, algo extraño pero que no nos sorprende por estar totalmente integrado al paisaje de Villa Devoto. Sobre la plaza y a lo largo de Salvador María del Carril (hoy demolido en gran parte) es éste de rejas, mientras que por Nueva York y Gualeguaychú (esta última totalmente desaparecida), es de pared maciza. Esta diferencia se debe a que su propietario respetó la ordenanza del Banco Inmobiliario que exigía el “enrejado de fierro” para todos los frentes sobre las avenidas y la plaza Santa Rosa.

Seguramente cientos de detalles guardará Villa Devoto que nuestros ojos no saben encontrar. Sería interesante que aquellos que puedan agregar, ampliar o modificar lo que aquí hemos mostrado nos lo hagan llegar. Gracias.

(1) El Tramway Rural origen del actual ferrocarril Urquiza, actuando como tranvía no disponía de estaciones. La estación Devoto se comenzó recién en 1896

(2) En zonas de Buenos Aires con mayor antigüedad se pueden encontrar gran cantidad de exponentes. Devoto para 1898 no llegaba a superar las cien casas construidas, la mayoría de las cuales eran de carácter económico y de ornamentación sencilla. 

Articulo publicado en Aniversario nro 1 setiembre 1994.