El Mirador de Villa Devoto (primera
parte)
Por Edgardo Tosi
Frente a la plaza Arenales, en diagonal con la vieja
estación Devoto del ex FC. San Martín, se yergue una torre que otea el horizonte
desde el mismo nacimiento del barrio. Forma parte de un edificio con salida a
las calles Fernández de Enciso y Mercedes, que se encuentra cerrado hace más de
veinte años y que la costumbre ha bautizado erróneamente como la antigua
caballeriza de don Antonio Devoto.
A porfía de su aspecto austero, debido al señorío de su
porte que se ha afirmado al paso de los años que misteriosamente la han
respetado, se eleva hoy como símbolo de Villa Devoto. Es común ver su perfil o
su fotografía en tapas de libros, revistas o artículos periodísticos,
adquiriendo un significado que va más allá de lo que fue su aplicación práctica.
Por su longevidad, por su ubicación, por quienes fueron sus
propietarios y por la utilización que del inmueble realizaron estos o sus
inquilinos permiten, siguiendo su historia, tener un contacto directo con la del
barrio.
En 1891 se solicitaba a la Municipalidad de la Capital
permiso para construir una caballeriza en la manzana triangular formada por las
calles Washington (Fernández de Enciso), Asunción y Londres (Mercedes).
El constructor que firmaba la presentación era Egiziano
Giglioli, accionista del Banco Inmobiliario, institución que había fundado Villa
Devoto dos años antes. Vecino pionero del lugar, su empresa constructora era una
de las más activas de Buenos Aires, ciudad que en aquellos años crecía sin
descanso. En la villa construirá una cantidad importante de viviendas que
generalmente tenían como finalidad su venta.
Ernesto Dellacha, su propietario, era gerente del mismo
Banco desde su fundación, siendo responsable junto a don Antonio Devoto,
presidente de la institución, de la presentación al municipio en Febrero de 1889
de los planos de Villa Devoto para su aprobación. La casa, el palacete más
importante de los construidos en
inicios de la villa, se ubicaba en la manzana de Nueva
York, avenida de la Capital (Chivilcoy), Asunción y Londres (Mercedes),
enfrentando por esta última a la caballeriza que conlleva así un apéndice del
palacio. Este será conocido como “de los leones”, por dos felinos de mármol
ubicados ante las escaleras que llevaban a su puerta principal.
La familia Dellacha de origen piamontés. Había llegado al
país antes de 1882 para instalar aquí, al igual que en Italia, una fábrica de
fósforos. Unida en 1888 con otras dos empresas similares, formarán la Compañía
General de Fósforos, origen del complejo industrial y financiero que llegara a
conformar Fabril Financiera y Celulosa Argentina.
En el Archivo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires para
el año 1891, para el rubro Obras Públicas. Edificios, dentro de la carpeta 57 en
el legajo 13 con fecha 2 de Enero puede leerse “el edificio consta de una
caballeriza para cuatro caballos y una cochera para dos coches en el piso bajo y
en el piso alto un depósito para pasto y dos piezas para habitar”.
“Todo el material era de primera clase”, afirma el mismo
documento. Hoy tratando con dificultad entre residuos y trastos, de elevarnos en
busca del Mirador, lo confirmamos, ya que pese a su abandono, no parecería que
estuviéramos frente a una obra que ha cumplido 113 años de iniciada su
construcción.
La ansiedad por escalar los casi 20 metros de su altura,
nos hace sentir una especie de vértigo, producido imaginariamente al girar por
la escalera adosada a sus paredes, en un simulado túnel del tiempo. En una
vivencia fantástica podemos ver que logramos asomarnos a su balconada. Los
edificios que por su tamaño hoy podrían empequeñecerla, gracias a nuestra
imaginación, se han diluido. Hacia los cuatro rumbos campo abierto, a cien
metros a la izquierda se encuentra la torre de la casa de don Antonio Devoto, a
la misma distancia a la derecha la torre de la casa inicialmente de Onorio
Stoppani, cuñado de Dellacha, que luego será del Dr. Tamini, donde se fundara en
1896 la Sociedad de Fomento de Villa Devoto. Son hoy sedes, la primera del EMEM
nª 3 y la segunda del Hospital Zubizarreta. Una calesita que rueda el mismo
derrotero desde 1947 ocupa el espacio dejado por “la casa de los leones”
demolida en 1929.
Como en la medieval San Gimignano, la proliferación de las
torres señalan el inequívoco centro de poder del antiguo pueblo de Villa Devoto,
la impronta italiana firmemente aplicada en aquellos primeros años aunque
diluida hoy, perdura en otros lugares próximos, que no van más allá de los
trescientos metros. Nuestra vista adivina más que ve. El palacio CECCI, en
Lincoln y Habana, hoy Instituto Dr. Ayrolo para hipoacúsicos. A su frente “la
casa chica” de los descendientes de Federico Devoto, domicilio de un instituto
de enseñanza privado de inglés. “La casona” de Gualeguaychú y Pareja, hoy casa
de fiestas, propiedad primero del arquitecto Bruno Avenati y antes de fines del
siglo XIX, de Guillermo Huxtable, gerente general del F.C. Pacifico hasta 1904.
El castillito de la Asociación de Fomento de Villa Devoto, levantado en 1898,
frente a lo que era la estación del Tranway Rural a vapor (F.C. Urquiza) por
Besana Hnos, los mismos que construyeron el edificio del Congreso Nacional. La
misma caballeriza, deposito de pasto y vivienda, aunque más modesta, casona hoy
de Nueva York 4251 construida en 1892 propiedad de Andrea Cremona empresario de
la construcción que trabajara en las obras de la vieja sede del Jockey Club de
la calle Florida.
La Plaza de hoy, que a nivel de piso pudiera parecer aún
vigorosa, resulta claramente envejecida desde la altura. Las copas de los
árboles están mustias, enfermas o muertas. Pero queriendo retornar al pasado y
entrecerrando los ojos y dejamos surgir la visión de un alambrado que rodeando
la plaza impide la entrada de animales a sus caminos interiores, los oídos
escuchan a la par del traqueteo del lejano chiflante de un tranvía y los acordes
aflautados y vibrantes de la marcha triunfal de Aida de las diferentes bandas
llegando desde el centro de la plaza.
Levantando la vista al techo de la torre, una sucesión de
celdas da una primera explicación de utilidad práctica de aquel torreón. Bajo la
forma cónica, exteriormente cubierto de chapa algo deteriorada, parecería
disimularse un palomar albergue hoy como ayer de cientos de palomas que
facilitarían en aquellos años el consumo de polenta con “pajarito”, alimento que
el mundo de hoy consumidor de hamburguesas, que dicen aderezar con lombrices,
encuentra de mal gusto.
Una postal, la nº 9, de la serie Ojer (sirca 1913) nos da
la imagen real de lo que nuestro vértigo ha permitido recrear. Su altura en la
fotografía. Dado su esbeltez, se agiganta. El peso agobiante del actual letrero
de propaganda que la utiliza hoy de apoyo sería el motivo de su subjetivo
empequeñecimiento. Un empinado molino de viento, se yergue en el frente de la
fotografía, señalando el verdadero objeto de nuestro torreón. Eran los molinos
de viento elementos imprescindibles en todas las viviendas principales de la
villa. Cubrían la necesidad de agua potable, dificultada en esa época por la
lejanía de las Obras de Salubridad de la Capital. Nuestro mirador disimulaba
entre sus columnas el motivo principal de su existencia, un tanque, cuya reserva
de agua permitía esa provisión, con plenitud, para toda la extensa propiedad.
Sobre la diagonal Washington (F. de Enciso) por donde al
fondo se ve diminuta la estación ferroviaria, los árboles en esos momentos
recién plantados pueden compararse con los de (Londres) Mercedes tiene el doble
de su altura. Un cerco de ligustro rodea la manzana. Una puerta de alambre
permite el acceso de las personas por la esquina, mientras en los fondos se
dejaban pastar a los animales. A la derecha de la foto esquina Washington y
Nueva York se llega a ver otro molino de viento perteneciente a Antonio Franzoni
concuñado de Dellacha, y sobre la vereda uno de los primeros faroles alimentados
con alcohol carburado que se colocaron en la villa.
El acceso principal al lugar se producía por Londres a
través de una arcada de ladrillos de máquina semejantes a los que aún hoy
adornan la torre. Un portal de madera debía cerrar la entrada. El actual, dado
su aspecto, demostraría títulos como para ser el original. Una galería paralela
al acceso mostraba varias entradas que comunicaban con la torre, los depósitos y
la caballeriza propiamente dicha. La escalera de la torre, de madera con
pasamanos del mismo material sobre apoyos de bronce finamente trabajados, servía
de acceso al primer piso de la construcción, donde se ubicaban las habitaciones
de la vivienda. Desde allí la escalera continuaba su camino hasta alcanzar la
terraza, último nivel de fácil acceso. En unos nichos ubicados a lo largo del
recorrido hemos creído ver asientos para descanso, aún cuando la subida no es
agobiante. Unos peldaños más arriba de la entrada a la terraza, terminaban en
caracol, debiendo continuarse por una de gato para llegar a la puerta trampa de
hacia de entrada al mirador y al tanque de agua.
El 5 de Noviembre de 1899 Risso Patrón y Cia, remata el
soberbio palacio en Villa Devoto conocido por Dellacha. La propiedad se vende
según lo informado por La Prensa del día siguiente a $ 42.000 a Martín Justo
Fernández quien resultaría comprar a nombre de Tomás Devoto. La venta incluía
lógicamente como lo afirmaba el mismo aviso “cocheras, caballerizas y multitud
de detalles de gran importancia” “grandioso edificio alto y bajo con todo chic y
el confort de la edificación moderna”.” Espléndidos jardines que ocupan toda la
manzana, plantas de gran mérito, glorieta”, y un detalle siempre necesarios en
avisos de la época “servicios de aguas en todas partes”. Completaban la
información la existencia de 20.000 pesos en cédulas nacionales y que el saldo
debía abonarse 50 % al contado y el resto a uno o dos años.
Tomas Devoto, hermano menor de Antonio, de floreciente
fortuna, construía en esos momentos frente a la plaza Rodríguez Peña un palacete
que un año después, en el momento de su estreno, será utilizado como residencia
de Feraz de Campos Salles, primer presidente del Brasil, en visita oficial a
nuestro país. Además para Julio de 1900, en que era asesinado en Monza el rey de
Italia Humberto I, presidía el Círculo Italiano, transformándose en cabeza de un
movimiento cívico italiano de homenaje al monarca y repudio al magnicidio.
Su importante fortuna, su trato agradable y la belleza de
sus hijas harán de su casa de veraneo en Villa Devoto, acogedor sitio de interés
social. Las niñas Angelina, Enriqueta y Zulema se casarán entre la primera y
segunda década del Siglo XX, las dos primeras con jóvenes de la diplomacia y con
Dionisio Shoo Lastra, quien fuera secretario privado del General Roca, la última.
Serán testigos de este casamiento el mismo General Roca y Manuel Feraz de Campos
Salles, en ese momento embajador brasileño en el país.
Al fallecer don Tomás en Julio de 1919, será este último
matrimonio quien mantendrá un mayor aunque esporádico contacto con la casa, que
finalmente quedara en propiedad de Ana María Zulema Devoto de Shoo Lastra, tal
su nombre completo. Para la década del veinte, ésta era conocida en el barrio
como la de los Shoo Lastra. El luego autor de “Alarido” y “Lanza Rota” pudo
haber estructurado aquí sus recuerdos de indios, malones y cautivas que
recopilara en sus periódicas visitas a estancias y colonias Trenel en la
provincia de La Pampa, escribiendo en esos años su primer y más importante obra
“ El indio del desierto”, aparecido en 1928.
Dado que luego de Diciembre de 1917 se ha habilitado el
depósito de gravitación de Villa Devoto que ha hecho desaparecer el molino de
viento, ha disminuido la importancia práctica del mirador, permitiéndole
desempeñas libremente la más lírica e importante tarea para nosotros de vigía
del progreso. Sería aun posible en esa época observar
Desde su altura a la lejanía, podía verse los arreos hacia
Liniers o el paso de las tropas hacia los cuarteles de Ciudadela o al Colegio
Militar de San Martín.
A sus pies se han producido grandes transformaciones. El
adoquinado se ha extendido por F. de Enciso llegando a la estación, mientras
Nueva York alcanza su pavimentación más allá de las vías del ferrocarril. Por
ello cuando Villa Devoto estrena su corso, en los carnavales de 1919, como apoyo
a las obras de “Protección a la Niñez” del Consejo Escolar 17, éste salía desde
San Nicolás y Nueva York, por esta última, rodeará la torre, doblando por F. de
Enciso hasta Asunción, para retomar por igual camino. Una secuencia de más de 70
palcos a lo largo de esas escasas cinco cuadras demostraban la importancia que
la fiesta significaba para la villa.
Podríamos fantasear que desde nuestra torre en esos días,
junto al vuelo de una paloma llegaría al suelo alguna serpentina,”graciosa y
fina” al decir del tango. Seguramente ello no sucedió dadas las dificultades de
su acceso. Solo serán posibles, incursiones de muchachos en busca de aventuras.
Además de quedar obsoleta la torre como reservorio de agua
potable, la presencia del automóvil, dado lo encumbrado de sus propietarios,
hacía anacrónica la utilización de carruajes. El uso del caballo como recreo
mantenía su supervivencia, pero esto se volvía también incomodo frente al
adoquinado y al transito cada día más intenso. La vieja caballeriza perdía
también vigencia aunque manteniendo en pie sus elementos característicos. Será
utilizada ahora como garaje, depósito y vivienda. La torre impávida seguirá
cargando el peso inútil de su gran depósito.
Los herederos de Tomás Devoto venderán la totalidad de esas
las propiedades. Después de 1928, desanexandose la antigua caballeriza de la
vivienda principal. La manzana 102 bis, según la nomenclatura del Banco
Inmobiliario, fraccionada en diez lotes será vendida en forma particular
construyéndose, casi de inmediato, varios locales por F. de Enciso, surgiendo
allí un nuevo centro comercial.
Articulo publicado en Aniversario n° 8 Setiembre 2005.
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